A lo mejor el título del mail de hoy te desconcierta un poco.
¿Qué puede tener que ver la pirámide de las necesidades de Maslow con mi abuela, mi madre, y conmigo misma?
Pues deja que te explique y verás perfectamente la relación.
Vamos primero con la famosa pirámide.
En ella, Maslow establece unos “escalones” de necesidades.
En la base de la pirámide se encuentran las correspondientes a la supervivencia (comer, tener un techo donde dormir, protegerse del frío…).
Avanzando un poco, aparecen las necesidades relacionadas con la seguridad y las relaciones sociales.
Y ya acercándonos a la cumbre, nos encontramos con las necesidades de estima y autorrealización.
Obviamente no podemos ocuparnos de un tipo de necesidades hasta que no tengamos cubiertas las del escalón anterior.
Y aquí entra el tema generacional que te explicaré con mi familia como ejemplo.
Mis abuelos nacieron a principios de 1900.
Por lo tanto, su vida se desarrolló en un escenario de guerra y posguerra. Y eso significaba aprender a sobrevivir. Sus necesidades eran básicas, las de supervivencia (la base de la pirámide).
Se preocupaban mucho por aspectos como la comida, la higiene y contar con una casa en la que vivir. Eso era en lo que tocaba centrarse en aquel momento. Eso era lo que querían garantizar a sus hijos.
Mis padres, digamos, pudieron dar “un paso más”. Ellos nacieron en 1941 y 1945.
Su historia de vida comenzó en plena posguerra. Y esto generó que, contando ya con las necesidades básicas, su objetivos vitales se centraran en la seguridad y la estabilidad laboral. A la vez, tuvieron tiempo para cubrir necesidades de carácter social con sus amigos, en el colegio… Es decir: los dos siguientes escalones de la pirámide.
Y esto es lo que nos garantizaron tanto a mi hermano como a mí cuando crearon una familia.
Gracias a mi historia familiar, yo he podido continuar “escalando la pirámide” y cuestionarme cosas que mis padres y mis abuelos, sencillamente, no tuvieron espacio para atender.
Aspectos como la gestión emocional, el autoconocimiento, la comunicación, la forma de afrontar conflictos pacíficamente…
Ellos no pudieron. Pero yo sí. Y siento que es lo que me toca, desde un enorme agradecimiento a lo logrado en esa especie de cadena generacional.
Ahora es mi responsabilidad contribuir a la vida de mi hija ocupándome de estos dos últimos escalones de la pirámide y allanando el camino como, a su manera, lo hicieron mis abuelos y mis padres en lo referente a otro tipo de necesidades.
Este es el motivo por el que, cuando algunos padres o profesores me piden que les enseñe CNV a sus hijos o alumnos sin aprender ellos antes mi respuesta es “sí, pero…”.
Porque hacerlo así para mí supondría saltarse una generación, ya que ellos no pasarían por el aprendizaje que le toca a la suya.
Creo que la evolución pasa por una cadena en la que cada uno hace lo que le corresponde según sus circunstancias y contexto.
Y esta visión, a su vez, me ha permitido “soltar lastre” y sustituir el sentimiento de carencia, de anhelar lo que no me dieron, en compasión y reconocimiento.
¿Te sumas conmigo a adoptar esta perspectiva y a hacer lo que nos toca?
Si la respuesta es sí, te recuerdo que el 9 de abril arranca la 3ª edición del curso de CNV interna, centrado precisamente en:
- La autoempatía
- La autosanación
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Recuerda: ¡El mundo cambiará a mejor cuando las personas estén hartas de estar hartas de cómo está el mundo y decidan cambiarse a sí mismas!